ESCÚCHAME
Estudiante de la maestría en
Sociedad y Patrimonio
a Pandemia del coronavirus causada por el virus SARS-CoV-2 originada en China en el año 2019 es, sin duda, una de las crisis humanitarias más devastadoras del siglo, con un total de 15 millones de muertos según lo informado por la Organización Mundial de la Salud OMS en el mes de mayo de 2022.
Cuidarse y resguardarse en casa era entonces una acción inmediata. Durante el confinamiento obligatorio muchas actividades tuvieron que quedar en pausa, se cancelaron proyectos y se comenzó a hacer uso de las tecnologías para retomar clases y trabajos; quienes no contaron con mejor suerte siguieron saliendo, arriesgando la vida para ganarse la propia y la de sus familias.
Aquí debo hacer una aclaración: la pandemia nos enseñó sobre la importancia de la convivencia social, y cómo ante la desventaja de estar en casa, podríamos idear nuevas formas de seguir en el ruedo, en mi caso el relativo al Diseño Gráfico y las Artes.
Uno de los pensamientos más recurrentes en mí, era sobre las calles y plazas vacías, los monumentos que generalmente estaban llenos de vida ahora lucían más solitarios que nunca, estar en casa podría significar estar a salvo de la enfermedad. Buscando algo positivo a lo cual aferrarme llegué a pensar que tal vez el confinamiento retrasaría los daños al medio ambiente que hemos ocasionado.
Los días pasaron: primero rápido, luego el tiempo se detuvo, ahora los días eran de 40 horas... o al menos eso parecía. Después, la manecilla del reloj ya no caminó, y ahí me suspendí en el tiempo. Tengo que aceptarlo, por esos días me sumergí en los cursos en línea, en los canales de streaming, turnos laborales online y en meditar; me peguntaba constantemente: ¿cómo podrían ser útiles mis conocimientos ante una situación como esa? Al cabo de varios días, llegué a la conclusión de que, así como se adaptaron diversas actividades a un formato virtual, era posible adaptar esos tesoros escultóricos emplazados en la vía pública de Guanajuato, en un formato digital que nos permitiera conocerlos e interactuar con ellos.
¡Qué onírico! Las esculturas que se colocaron en la calle para estar al alcance de todas las personas ahora eran inaccesibles. Por esa época, se comenzaron las campañas de vacunación y la pandemia, así como empezó, se fue, de a poco. De pronto, las clases ya eran híbridas, y luego la nueva normalidad. En ese momento, me dedicaba a explorar las esculturas y las técnicas de la fotogrametría; fue un proceso enriquecedor, aprendí sobre la captura y el procesamiento de los datos aplicado a diversos materiales.
Ya en la nueva normalidad y después de todo este estudio de campo con la fotogrametría, llegué a la conclusión de que un proyecto como el que enunciaba seguía siendo necesario, pues, aunque ahora podíamos salir a la calle y ver las esculturas, estas mostraban daños antrópicos y los relativos al vandalismo, que nada tenían que ver con la pandemia.
Hacer uso de la tecnología para digitalizar, conservar, preservar, divulgar y difundir el patrimonio escultórico ubicado en las calles de la ciudad de Guanajuato, es una de las posibilidades que la fotogrametría podía brindarnos


Digitalizar el patrimonio escultórico a través de la fotogrametría genera la posibilidad de la creación de modelos tridimensionales de un alto grado de fiabilidad de los datos recabados y arroja información contundente sobre los efectos físicos. Esto puede resultar muy valioso al momento de elaborar una estrategia de conservación de las esculturas, tomar medidas inmediatas a nivel local es parte de esta gran labor, dentro de las múltiples ventajas que encontré en la aplicación de fotogrametría en el patrimonio escultórico, están el soporte de almacenamiento, su fácil duplicación y su didáctica, que impacta en la divulgación y difusión de los bienes, aportando además a su futuro estudio.
Justo en este proceso de la nueva normalidad me dediqué a buscar un programa de posgrado que me permitiera realizar este proyecto; soy egresado de la licenciatura en Diseño Gráfico de la Universidad de Guanajuato, así que mi primera opción fue la UG. Después de investigar y pedir información comencé mi proceso de admisión en la maestría en Sociedad y Patrimonio, donde me encuentro en el desarrollo del proyecto de investigación: Fotogrametría aplicada al patrimonio escultórico de la ciudad de Guanajuato para su conservación, interpretación y didáctica. Modelo de intervención: estudio de las esculturas en espacios exteriores.
La fotogrametría es una tecnología que basa su actuar en la medición a través de imágenes digitales, su objetivo radica en la extracción de información 3D de áreas u objetos, geometrías y radiometrías generalmente, su finalidad es generar ortoimágenes, es decir, la representación fotográfica de una superficie u objeto con una proyección ortogonal. Estas imágenes georreferenciadas nos permiten tener una visión de los objetos a detalle, destacando su carácter planímetro y de posicionamiento. Sin duda, facilita la interpretación de detalles puntuales del objeto digitalizado.
Ahora hemos vuelto al 100% de nuestras actividades presenciales, pero sin duda la pandemia nos demostró que la virtualidad es una herramienta poderosa para la vida, clave para la divulgación y la difusión. Con un proyecto como el que enuncio es posible conservar los testigos de nuestro paso por la tierra, en un formato digital al alcance de todas y todos.
no de los objetivos de la revista es dar paso a la reflexión y diálogo acerca de los avances científicos y tecnológicos que ocurran en la sociedad. Ahora bien, es propio de este artículo, hacer una meditación sobre las clases virtuales y la cultura digital, desde el marco referencial de la pandemia. Como todas y todos sabemos, el mundo no había sido sacudido desde hace mucho tiempo, quizás siglos, por un acontecimiento de tal magnitud. El COVID-19 y sus variantes obligaron a los gobiernos de todas las naciones a atender la emergencia y sus consecuencias. No cabe duda de que pasarán décadas o lustros para una recuperación del mundo en todos los ámbitos de la vida.
Es un lugar muy común en el terreno científico, destacar lo tecnológico sobre lo moral, como si se tratara de dos mundos diversos. Error más grave no cabe cometer, pues de manera lamentable se cree que ambas dimensiones están separadas; de ahí que por lo general lo moral suele ponerse al servicio de la ciencia, cuando si no debe ser lo contrario, los dos ámbitos debieran por lo menos equivalerse.
En este sentido, lo más atractivo pareciera que a partir de la técnica se crearan aparatos únicamente por la utilidad de estos, sin prever las consecuencias que pudieren tener en el mundo de los valores, o si se quiere, mirando de soslayo sus efectos en la rectitud de lo humano. Así lo comenta Diego León Rábago cuando señala que hay que pensar en la necesidad de liberarnos de las cadenas que nos imponen la técnica y el conocimiento científico. Ambos deben ser medios para que el hombre pueda lograr sus fines; no deben ser fines en sí mismos.
Las clases a distancia han tenido un plus incuestionable, en cuanto a que han permitido continuar la labor educativa de las instituciones. Sin embargo, en el orden de las cuestiones operativas, suelen advertirse algunos problemas que al menos de entrada, no son fáciles de resolver o no estamos acostumbrados a solventar sin el debido apoyo o capacitación técnica, así como la responsabilidad y ética de las personas usuarias.
Piénsese, por ejemplo, en el manejo de las cámaras que de alguna manera inciden en el factor asistencial; ¿en qué momento y hasta cuándo están o no presentes las y los estudiantes? Otro aspecto se refiere a los controles operativos, en ausencia de ellos o cuando estos no se emplean adecuada y oportunamente, ¿hasta dónde pueden producirse alteraciones por personas que, sin respetar el uso adecuado de las plataformas, intenten jugar o jueguen con dichos controles?
En este mismo orden de ideas, en lo concerniente a los exámenes a distancia, resulta difícil para quien aplica los mismos, poder supervisar si su alumnado no está consultando indebidamente fuentes para apoyar sus respuestas, así como también si se están comunicando con otras compañeras y compañeros para compartir las respuestas. De ahí que se plantee un dilema: ¿hasta dónde llevar nuestra libertad? ¿Hasta dónde afectamos nuestra integridad espiritual, nuestra propia dignidad al utilizar esas plataformas y sistemas técnicos de manera indebida para obtener nuestros fines?
Como dice Roger Bartra, algunos psicólogos sostienen la idea de que en los humanos existe un módulo cerebral innato responsable del proceso inconsciente y automático que genera juicios sobre lo justo y lo incorrecto.
Desde el grupo de Teatro Eugenio Trueba, continuamos nuestras presentaciones pese a la epidemia global. Lo hicimos en tres ocasiones: la primera en un conversatorio el día 5 de diciembre de 2020, intitulado “El grupo de teatro Eugenio Trueba a 18 años de su fundación”; y, en dos presentaciones de lecturas dramatizadas a distancia. La primera de ellas del entremés El rufián viudo llamado Trampágos, de Miguel de Cervantes y La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca el día 5 de junio de 2021; y la segunda, del entremés Los romances, también de Miguel de Cervantes el día 26 de noviembre del mismo año.
El reto de acercarnos culturalmente en lo digital fue algo muy interesante, desde las sesiones de ensayos a distancia, la búsqueda de escenografías adecuadas como fondos de pantalla, la música de fondo, hasta la sincronía técnica en el acto de las presentaciones, resultó algo no solo divertido e ilustrativo en lo gráfico, sino constructivo y edificante.
Pero, cuando de lo cultural se trata, parece que lo más recóndito del ser humano emerge para dar lo mejor, se trata de aportar para dar, del afán de trascender más que el pasar un rato, ese momento efímero que muere para la posteridad. Así lo considera Agustín Basave Fernández del valle, cuando afirma que la cultura no es realizable ni comprensible sino por un espíritu. Entre los diferentes sectores de la cultura se da una jerarquía: la actividad técnica se subordina a la actividad artística, la actividad artística a la actividad moral, la actividad práctica-moral busca el último perfeccionamiento humano. De ahí que, aunque lo cultural esté siempre acechado de los peligros de la ciencia y la técnica, el ser humano deba advertir la supremacía moral sobre los actos técnicos, como así continúa el mismo autor destacando que la cultura moral, autónoma por su fin, sirve a la cultura de la vida contemplativa.
No obstante la trascendente utilidad que ha tenido lo digital durante la pandemia, como aquí se ha destacado, no debemos olvidar que ha servido básicamente para atender una emergencia, o si se quiere un tiempo emergente, dado que, como seres sociales que somos, por indigencia radical debemos y requerimos del contacto permanente con nuestros semejantes y con la naturaleza para poder vivir y completarnos. No olvidemos que las almas se enriquecen de almas y que en términos de lo sostenido por Aristóteles hace casi tres milenios y medio, los seres humanos no podemos vivir fuera de la sociedad, porque o seríamos bestias o seríamos Dioses.
Referencias
