Por Adriana De Santiago Álvarez 1
Titular del Órgano Interno de Control
Universidad de Guanajuato
En 1992, siendo estudiante de la entonces Facultad de Derecho, dentro de la materia de psicología forense, realizamos en grupo una visita al Hospital Psiquiátrico de Zapopan, Jalisco. Esta experiencia tan profunda la plasmé en una poesía que cuestionó las posibles causas que “anclaron en ese instante de su eternidad” a las personas ahí internas. Subyacía en mí una percepción, la de su pérdida de contacto con la realidad y su aparente renuncia a la búsqueda de sentido. En ese momento así entendí la ausencia de salud mental.
Desde una perspectiva técnica, encontramos que la Organización Mundial de la Salud [OMS] define a la salud cómo: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (1946, p. 1). Asimismo, al respecto de la salud mental la OMS afirma que “abarca una amplia gama de actividades directa o indirectamente relacionadas con el componente de bienestar mental incluido en la definición de salud [...] Está relacionada con la promoción del bienestar, la prevención de trastornos mentales y el tratamiento y rehabilitación de las personas afectadas por dichos trastornos.”
¿Podemos hablar también de salud mental de las instituciones públicas? Y si lo asumiéramos como posible, ¿Qué papel guardan en ella los OIC?
Así, podemos considerar que la salud mental es una de las condiciones para el bienestar de las personas, y su desarrollo integral. En contrapartida, la ausencia de salud mental genera consecuencias que disminuye o anula su calidad de vida.
A partir de estas primeras consideraciones, que se focalizan en los individuos, cabe peguntarnos.
Las instituciones necesitan que sus elementos intelectivos (es decir, aquellos sistemas que estructuran conectan y direccionan las funciones del organismo), gocen de buena salud. Si asimilamos a las instituciones con el cuerpo humano, entonces el papel de los OIC sería el de un agente catalizador del sistema inmunológico, pues desde el propio organismo, se deben propiciar las condiciones para detectar las desconexiones, problemas y malestares, y atenderlos en primer contacto y así mitigar el riesgo de una intervención profunda. Específicamente, respecto de la salud mental, el sistema inmunológico también funciona como mecanismo de defensa, pues la psiconeuroinmunología juega un factor clave en la respuesta ante las enfermedades que afectan la salud mental. Sin embargo, así como el sistema inmunológico por sí mismo no puede curar toda enfermedad mental cuando la persona no tiene un debido cuidado y se expone a grandes cargas de estrés, factores que provoquen ansiedad o altas descargas de adrenalina;
los OIC también requieren que en la institución en la que coadyuvan se procure un sano desarrollo que permita alcanzar los objetivos para los que ha sido creada.
Al respecto también podemos apuntar que, no obstante que los OIC como agentes catalizadores del sistema inmunológico de las instituciones no pueden evitar toda crisis o emergencia, siempre reaccionan ante ellas para que se gestionen de mejor manera.
Por otro lado, ¿qué pasa cuando el organismo sufre una enfermedad que ataca la salud mental y su sistema inmunológico no puede contrarrestar, ¿cómo sobrevive la persona? En la búsqueda de una respuesta satisfactoria a esta interrogante llegaremos a otra duda más profunda: ¿por qué nos levantamos todos los días pese a los problemas y angustias de la vida? En este punto la respuesta supera a la medicina y es necesario acudir a otras fuentes, por ello me permito evocar a Viktor Frankl con su obra El hombre en busca de sentido.
Para las instituciones buscar y recordar su sentido es una fuerza primaria que las salva en momentos de crisis, pues en éstos aparecen todas las preguntas no hechas con anterioridad, y las respuestas aparentan haberse esfumado. Este sentido encuentra asidero en las dimensiones ontológicas, teleológicas y epistemológicas. Aquí, los OIC también jugamos un papel importante.
Retornando al inicio, concluimos que los OIC coadyuvamos a que las instituciones “mantengan su contacto con la realidad y al sostenimiento de la búsqueda permanente de su sentido”, en aras de concretar la función pública a su cargo, pues a partir del cumplimiento de las atribuciones públicas que tenemos encomendadas, contribuimos al desarrollo administrativo de las instituciones a las que pertenecemos, para hacer que las funciones substantivas sucedan, y con ello, se concrete el deber de provisión de bienes y servicios públicos en favor de nuestras comunidades.
Particularmente, este rol que tiene el OIC-UG se encuentra descrito en los artículos 60 y 60 bis de la Ley Orgánica de nuestra Institución, y se concreta en procedimientos de control interno, evaluación al desempeño institucional, seguimiento de obligaciones públicas, control de contrataciones públicas, revisiones y auditorías, control de la fiscalización, justicia administración, plataforma digital, y gestión del conocimiento y cultura ética.
1 Agradezco la colaboración substantiva de Martha Daniela Hernández Salgado, egresada de la Licenciatura en Derecho de la División de Derecho, Política y Gobierno, y colaboradora del Órgano Interno de Control de la Universidad de Guanajuato.
Referencias
Frankl, V. (1991). El hombre en busca de sentido. Editorial Herder.
Constitución de la Organización Mundial de la Salud [COMS]. Preámbulo. 22 de julio de 1946 (Organización Mundial de la Salud).
Organización Mundial de la Salud. (2010). Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE). https://cutt.ly/Rnijolp
Organización Mundial de la Salud. (s/f). Salud mental. https://www.who.int/topics/mental_health/es